La revisión histórica nos lleva a otro punto importante en la secuencia de cambios que operó en la educación de ese tiempo, nos referimos a “la avanzada de los intelectuales”, despectivamente llamados “los utópicos” debido a que no tenían lugar claro en esa sociedad como no lo tienen en ninguna sociedad decadente, no son propiedad de las academias, no pagan tributos en las escuelas formales, pero piensan, reivindican al hombre ilustrado universal, al autodidacta, al crítico y al que no se conforma. No se puede establecer con claridad el origen de este movimiento, quizá el “lanzamiento” de libros puede ser un precedente, ediciones baratas que, literalmente, se lanzaban en la calle, para que la gente los leyera, los digitalizara, los plagiara, los usara en discursos, es decir, para que las ideas llegaran de alguna forma a las personas. “La avanzada de los intelectuales” fue, originalmente, el título de uno de esos textos, recogía la evaluación de un grupo anónimo sobre nuestro sistema educativo y luego sería el nombre del movimiento surgido a partir de él, era un texto extenso y directo que pretendía responder a una pregunta central ¿como evaluar el sistema educativo? Veamos algunos pasajes:
“…se ha centrado mucho la atención en la diferencia entre los sistemas público y privado incurriendo en la falacia de que el privado es de buena calidad y el público malo, esto no es así, ambos sistemas son malos. Si usted no ve la dignidad de un obrero, de un carpintero, de una empleada de casa particular, es usted una persona que ha sido mal educada, si usted cree que el que estudia arte está perdiendo el tiempo, es usted una persona mal educada, si usted no respeta a los demás por su sola condición de humanidad, es usted un mal educado, si usted juzga el valor de las personas por lo que tienen, es usted un mal educado por muy particular que haya sido su colegio…”
“… si un sistema educativo tiene los valores solo como una declaración y ser buen compañero, solidario u honesto, no se pondera para el ingreso a las instituciones de educación superior y si nadie es capaz de decir que ventajas ofrece el sistema para la gente valiosa y si no existe un sistema formal de evaluación valórica, entonces ¿como podemos esperar que nuestros hombres de “éxito” sean valiosos? Es tiempo de dar valor a los valores…”
“…nuestra sociedad considera que no ser ambicioso es un defecto, ¿cuando se dieron vuelta las cosas y el vicio se hizo virtud? cuando el sistema hizo que sus fines perversos definieran la moralidad de la gente, nuestra sociedad es de facto avalórica…”
“…en la búsqueda de las causas del fracaso de nuestro sistema educativo se vuelven todas las miradas sobre los profesores, se habla de su motivación, de su vocación, de su entrega y de su capacidad, pero la culpa no es de ellos sino de lo que les pedimos, de que nos sirve que el cocinero sepa mil recetas y quiera cocinar, si todos los días le pedimos fideos con aceite, ¿por qué no dejamos de parlotear y pensamos un poco sobre que es educar y sobre cuales son los fines reales de un sistema educativo humano y humanizante?”
El que este texto fuera acogido por un gran número de personas como lo sería un faro en una tormenta, mostró la necesidad creciente de la gente por una dirección y canalizó esa fuerza social a una batalla que se libró tanto en las calles como en las redes sociales y que, finalmente, llevó a la reflexión conjunta que lo cambió todo. Son muchos los tópicos de La Avanzada de los Intelectuales que como movimiento social excedió con mucho al texto inicial, es difícil explicarse el por qué de ese impacto tan amplió, quizá se deba a que, en el fondo, todos somos intelectuales.
GT.
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