Que en una cosa tan seria como la política se evidenciara la carencia de ideales, se utilizara, burdamente, un criterio más propio de la comunicación persuasiva que de la conducción de países valóricamente orientada, que se dijera y, aún peor, se hiciera lo que sonaba bien, lo que sólo a primera vista parecía correcto, era para asustarnos a todos. La cosa empeoró cuando se comenzó a ver con buenos ojos que todo lo que no es “necesario para la sobrevivencia”, lo suntuario (algunos vicios legales, alcohol, tabaco, cafeína, etc.) debía ser gravado con mayores impuestos para dar comida a los hambrientos, así la cosa quedaba en que solo los más pudientes podrían beber, fumar y seguir con su fiesta, a cuya lista de privilegios no es necesario agregar buenas carreteras pagadas, buenos estacionamientos también pagados, mejor derecho de circulación para autos más caros. Claro, por supuesto, se reduce la contaminación con los pobres a pie ¿y en que quedó lo de predicar con el ejemplo? qué decir de nuestro excelente transporte público que lamentablemente funciona mal y ¿qué de las empresas altamente contaminantes? bien gracias. Así el resto de la gente podría recibir ayuda social y seguir infeliz mientras bebía fermentos vegetales y fumaba hojas de parra, claro está que se les había olvidado la felicidad, la libertad de asumir riesgos relativos y un largo etcétera que aburre detallar. Pero el verdadero colmo llegó cuando, bajo ese brillante criterio, se estableció el impuesto al orgasmo femenino, en un acto enteramente machista el orgasmo masculino se declaró necesario para la procreación y el femenino suntuario, que cosa más bella de ver, de inmediato se ganó el apoyo de algunos grupos moralistas que declararon la anorgasmia una virtud. Al llegar a la maternidad se debía señalar si la concepción del bebé había incluido o no el suntuario orgasmo femenino, si así era, entonces la familia pagaba el impuesto adicional. Eran muchos los que pagaban varios orgasmos por bebé, como una forma de lucir quizás qué, a la hora de la declaración, con esto teníamos ya un bello argumento para este cuento de terror.
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